“Cuando uno nace, lo más seguro es que va a morir”, eso siempre lo ha dicho el abuelo de Felipe, y desde la primera vez que lo escuché me quedé con la frase, porque creo que puede ser una de las cosas más ciertas que hay.
Sin embargo, mi interés por este tema me ha venido rondando la cabeza desde mucho antes, para ser exacta, mi primer contacto con la muerte fue cuando mi bisabuela murió. Entonces yo tenía tres años, y fue mi padre quien me explicó que un helicóptero la había venido a buscar y que no la volveríamos a ver.
Más allá de esa experiencia, en mi familia no ha habido muertes que pudieran hacerme sentir atraída por el tema.
Con el tiempo, y en mi total intimidad suelo preguntarme por las decisiones que toman las personas, por cómo un acto desencadena otro…sobre cómo alguien actúa toda la vida y termina consiguiendo -o no- una muerte digna, con un velatorio y entierro en el caso de occidente, propio de alguien a quienes sus seres queridos desean acompañar hasta el final.
De este trabalenguas, mi interés se concentró en cómo quería morir cada uno, o en qué significaba la muerte para cada quien. Así que decidí hacer un corto pero contundente cuestionario que me permitiera entrar en las percepciones de personas que conozco, algunas de Venezuela, otras de aquí. Unos viejos, otros jóvenes, intentando no tener un manual de metodología, pero si, haciéndole a todos las mismas preguntas. Algunos me respondieron con recelo, otros con detalle, algunos ni me quisieron responder.
De aquellos que me dejaron entrar en sus conceptos sobre la muerte, planteo mi proyecto, y es sencillamente una interpretación visual sobre lo que para ellos significa morir, en algunos casos, según las respuestas, el miedo al momento, lo que evoca vivir una muerte o sólo pensar en ella , los sentimientos que provoca el hecho de perder a un familiar, o por el contrario, la incertidumbre de cómo queda una familia entera tras la desaparición física de uno mismo.
